Teotihuacan,
yacimiento arqueológico ubicado a 40 km de la ciudad de México,
declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1987.
Teotihuacan fue la
ciudad conocida más grande de la época precolombina
en América,
y el nombre Teotihuacan es usado para referirse a la civilizacion de
esta ciudad dominante, la cual incluyó gran parte de Mesoamérica.
La ciudad está localizada en la que es ahora el municipio de San Juan Teotihuacan, en el Estado de México, México,
aproximadamente a 40 km al noreste de la Ciudad de México, la cual cubre una
superficie total de 82.66 km².
Hay evidencia arqueológica que Teotihuacan habia sido un lugar
multi-étnico. con las dinastias Zapoteca,
Mixteca,
Maya y que parecía ser distritos Nahua, por ejemplo. los Totonacas
siempre han mantenido que ellos fueron los únicos quienes construyeron
esto, una historia que fue corroborada luego por los Aztecas.
La ciudad fue también viejamente referida como Tollan, un nombre tambien usado siglos después por
la capital Tolteca
de Tula.
Se considera a Teotihuacan como la sede de civilización Clásica
en la Cuenca de México; (el periodo Clásico va desde el
año 292 adC al 900). Su primer asentamiento data aproximadamente del
año 600 adC.
Fue un asentamiento estratégico que tenía acceso al rico sistema
lacustre del valle de México, a manantiales cercanos y numerosos, al
valle de Puebla
y a la costa de Veracruz. A su alrededor abundaba la obsidiana
y la arcilla para la obtención de materia prima para sus utensilios.
Todos los grupos de pueblos diversos que fueron ocupando las tierras
mexicanas venían de las regiones del norte del continente americano.
Algunos de esos pueblos se habían quedado allí en aquellas
regiones y continuaron con su vida de nómadas y trashumantes. Pero los
que llegaron a las tierras de más al sur, las tierras de México,
se hicieron sedentarios y fueron evolucionando hacia un sistema cultural que
culminó en la civilización de Teotihuacan. Aquellas gentes
levantaban en medio de la llanura, unos montículos de tierra pero sin
muros que la retuvieran. Se cree que aquellos montículos fueron
después rodeados por civilizaciones más avanzadas, hasta formar
las pirámides. El padre Sahagún, franciscano, que
había llegado a México hacia el año 1529, recogió
de boca de los nobles aztecas muchas leyendas y mucha historia de sus antepasados.
Es el padre Sahagún el que cuenta que allí se enterraba a los
principales señores, en túmulos de tierra. Esos nobles eran
canonizados como dioses y no se morían sino que despertaban de un
sueño y se convertían en espíritu o dios. Para los
aztecas se trataba de un lugar legendario y ellos creían firmemente que
allí se había creado el Quinto Sol, o Quinto Mundo, o época
actual.
Las civilizaciones mexicanas tenían en su haber una leyenda en que
se decía que una primera generación de hombres había sido
destruida en épocas remotas por alimañas o jaguares (Primer Sol).
La siguiente había sido destruida por huracanes o Viento (Segundo Sol).
Una tercera por erupciones volcánicas o Fuego (Tercer Sol). La cuarta
había desaparecido por los diluvios de Agua (Cuarto Sol). Estos soles de cada una de las
edades no eran como el actual que calienta templadamente y que da vida; este
último sol no había sido creado todavía, hasta que
sucedió aquel acontecimiento en el lugar de Teotihuacan.
Los historiadores han llegado a la conclusión de que los creadores
de esta civilización fue un pueblo desconocido del que no se tiene
noticia. Están seguros de que no fueron ni los olmecas ni
los toltecas.
Se sabe por las excavaciones que lo más antiguo de Teotihuacan es
anterior a la cultura tolteca. Aquella civilización organizaba su
religión por cofradías. En los primeros siglos de nuestra era,
Teotihuacan pasó a ser un estado imperialista que fue ensanchando sus
fronteras en gran medida. Durante su edad dorada influyó sobre muchos
pueblos vecinos e inspiró otras culturas además de legar
conocimientos científicos y culturales a las sociedades posteriores. Por
esta razón es muy frecuente encontrar por todo el territorio mexicano
rastros y evidencia de esta cultura.
La expansión del imperio de Teotihuacan no se logró por las
armas, como cualquier otra conquista sino por el sabio manejo del comercio y la
religión. Cuando la ciudad se hizo grande y poderosa, las casas pasaron
a ser edificios de mampostería en lugar de simples chozas. La clase
gobernante, la aristocracia, vivía en un barrio rodeado por una muralla,
construido en las cercanías de lo que se llama la Calle de los Muertos
(o calzada o vía). Sus palacios estaban ricamente adornados por pinturas
murales donde se representaban las figuras de determinados animales, los dioses
y otros personajes relacionados con la religión. El resto de la
población vivía en construcciones que consistían en
apartamentos de una sola planta en los que llegaban a juntarse entre 60 y 100
individuos. Se llegaron a construir más de 2.000 viviendas de este tipo.
En el centro tenían un patio y uno o dos templos.
Hacia el año 650 comenzó paulatinamente su decadencia. La
población se fue reduciendo por factores de orden social y
climático. En el siglo VIII alcanza ya el ocaso, aunque el valle no fue
abandonado nunca. No se conoce muy bien cual fue la causa de la decadencia y de
su total destrucción. Los historiadores dicen que tal vez hubo una
invasión, o que el suelo llegó a agotarse y se terminaron los
recursos agrícolas, o simplemente una mala administración. El
caso es que cuanto Teotihuacan declinó, otros centros que
dependían cultural y comercialmente de ella llegaron también
rápidamente al ocaso, como le ocurrió a Monte
Albán, incluso a la civilización maya.
Fue también el padre Sahagún quien recogió de boca de
los aztecas que él conoció la bonita leyenda que habla sobre la
creación del Sol y la Luna, los dioses a quienes están dedicadas
las dos magníficas pirámides. Dice así:
Antes de que hubiese día, se reunieron los dioses en Teotihuacan y
dijeron, ¿Quien alumbrará el mundo? Un dios rico, dijo yo
tomo el cargo de alumbrar el mundo. ¿Quien será el otro?,
y como nadie respondiera, se lo ordenaron a otro dios que era pobre y buboso.
Después del nombramiento, los dos comenzaron a hacer penitencia y a
elevar oraciones. El dios rico ofreció plumas valiosas de un ave que
llamaban quetzal, pelotas de oro, piedras preciosas, coral e incienso
de copal.
El buboso (que se llamaba Nanauatzin), ofrecía cañas
verdes, bolas de heno, espinas de maguey cubiertas con su sangre, y en lugar de copal,
ofrecía las postillas de sus bubas. A la media noche se terminó
la penitencia y comenzaron los oficios. Los dioses regalaron al dios rico un
hermoso plumaje y una chaqueta de lienzo y al dios pobre, una estola de papel.
Después encendieron fuego y ordenaron al dios rico que se metiera
dentro. Pero tuvo miedo y se echó para atrás. Lo intentó
de nuevo y volvió para atrás, así hasta cuatro veces.
Entonces le tocó el turno a Nanauatzin que cerró los ojos y se
metió en el fuego y ardió. Cuando el rico lo vio, le
imitó. A continuación entró un águila, que
también se quemó (por eso el águila
tiene las plumas hoscas, color moreno muy oscuro o negrestinas,
color negruzco); después entró un tigre que se
chamuscó y quedó manchado de blanco y negro. Los dioses se
sentaron entonces a esperar de qué parte saldría Nanauatzin;
miraron hacia Oriente
y vieron salir el Sol muy colorado; no le podían mirar y echaba rayos
por todas partes. Volvieron a mirar hacia Oriente y vieron salir la Luna. Al
principio los dos dioses resplandecían por igual, pero uno de los
presentes arrojó un conejo a la cara del dios rico y de esa manera le
disminuyó el resplandor. Todos se quedaron quietos sobre la tierra;
después decidieron morir para dar de esa manera la vida al Sol y la
Luna. Fue el Aire quien se encargó de matarlos y a continuación
el Viento empezó a soplar y a mover, primero al Sol y más tarde a
la Luna. Por eso sale el Sol durante el día y la Luna más tarde,
por la noche.
Tal y como está configurada se puede deducir que tuvo un cuidadoso
trabajo de planificación. Se aprecian 4 zonas o ejes principales. De
norte a sur se extiende la avenida principal, la calzada de los Muertos.
Recientemente se descubrió perpendicular a ella el otro eje, constituido
por 2 calles que atraviesan la Ciudadela y que no son visibles en la
actualidad. Los arqueólogos las han llamado Avenida Este y Avenida
Oeste.
La ciudad estaba bien diferenciada en barrios y centro de ceremonial
religioso, donde se encontraban los edificios de actividades administrativas y
los grandes palacios, además de los templos y grandes pirámides.
Los sacerdotes tenían un papel muy destacado en lo tocante a
religión y administración. Los arquitectos y los artistas eran
muy bien considerados y tenían sus talleres especializados. En cuanto al
cuerpo militar, se conoce muy poco sobre esta sección de la sociedad. Se
sabe que no era una sociedad militarista aunque en la época final
aparecieron con más frecuencia las representaciones de militares en la
pintura mural.
Conocida también por Calle de los Muertos o Calzada de los
Muertos. Fue el verdadero eje de la ciudad, así como su centro
ceremonial. Estaba flanqueada por las más vastas construcciones de toda
Centro América. La organización urbana de esta gran ciudad
influyó grandemente en toda la América Central.
Comienza esta gran avenida en el recinto de la pirámide de la Luna y
va a morir en el recinto que los españoles del siglo XVI llamaron Ciudadela.
Su longitud es de 4 km y tiene una anchura de 45 m. está orientada
15º 30’ al este del norte astronómico, como ocurre con casi todas
las construcciones de este lugar. A lo largo de la calle se encuentran los
edificios más importantes destinados a templos, palacios y casas de personajes
de altura. Allí están además de las dos grandes
pirámides, la Casa del Sacerdote, el palacio de Quetzalpapalotl
(Quezalmariposa), el palacio de los Jaguares, la estructura de las Caracolas
emplumadas, el templo de Quetzalcóatl, la ciudadela y muchas más
edificaciones que en su día fueron de gran belleza. En uno de los
aposentos se descubrieron unos pisos construidos con dos capas de
láminas de mica
de 6 cm de espesor que fueron cubiertas más tarde con un piso de
tezontle. El visitante puede contemplar esta curiosidad siempre que se lo pida
al guarda del recinto.
Tienen un núcleo hecho de adobe. Después fueron revestidas de
estuco y de piedra y añadieron un friso adornado con relieves
geométricos se construyeron como basamento de un templo que se hallaba
en la plataforma. Los españoles que llegaron en el siglo XVI,
los conquistadores, todavía alcanzaron a ver los ídolos del Sol y de la Luna. Cuentan que eran de
piedra recubierta de oro
y que el ídolo del Sol tenía una hueco en el pecho y en ese hueco
se hallaba la imagen del planeta hecha también de oro finísimo.
También cuentan que llegaron a ver la plataforma de más de 2.000
pirámides secundarias, todas ellas alrededor de las dos importantes del
Sol y de la Luna.
Es la mayor de las pirámides de la ciudad.; su estructura es la de
mayor volumen de todo el recinto y es también la segunda en
tamaño de todo el país de México, sólo superada por
la de Cholula.
Está orientada al punto exacto del horizonte por donde se oculta el sol.
Tiene 65 m de altura. En la cúspide había un templo. Su
núcleo es de adobe y estaba toda ella recubierta de estuco más
pintura.
En 1971 nuevas excavaciones y estudios descubrieron una gruta debajo de la
pirámide. Desde esta gruta se accede a través de 4 puertas,
dispuestas como los pétalos de una flor, a otras tantas salas. A esta
gruta se llega a través de un pozo de 7 m de largo que se encuentra al
pie de la escalera de la pirámide. No se visita, sólo está
a disposición de historiadores y arqueólogos.
Tiene un tamaño menor que el de la pirámide del Sol, pero se
encuentra a la misma altura por estar edificada sobre un terreno más
elevado. Su altura es de 45 m. Junto a esta pirámide se encontró una
estatua llamada diosa de la Agricultura que los arqueólogos
sitúan en época tolteca primitiva.
Se encuentra esta pirámide situada muy cerca de la del Sol, cerrando
por el norte el recinto de la ciudad. Desde su explanada se inicia el recorrido
del eje principal conocido como Vía o Calzada de los Muertos.
Se encuentra situada al final de la calle de los Muertos, en la
parte sur. Fue bautizado el espacio rectangular con este nombre por los
conquistadores españoles del siglo XVI, que pensaron que se trataba de
un lugar militar. Era un patio con habitaciones alrededor donde se supone que
vivían los sacerdotes y los gobernantes. En su lado este se encuentra el
templo de Quetzalcóatl.
Llamado también Quetzalmariposa o Mariposa emplumada,
que es la traducción de la palabra componente papálotl.
Está en el oeste de la plaza de la pirámide de la Luna. Es
quizás el edificio más lujoso de la ciudad y uno de los
más importantes. Fue la residencia de un personaje notable e influyente.
Está ampliamente decorado con murales muy bien conservados, sobre todo
el color rojo que era el preferido de aquella civilización. Las partes
bajas del edificio conservan el color original. Tiene un patio, llamado de los
Pilares; éstos están decorados con bellos bajorrelieves. Hacia la
mitad puede verse la representación del dios Quetzalpapalotl con los
símbolos que le relacionan con el agua. Este palacio muestra un buen
ejemplo de lo que debieron de ser los decorados teotihuacanos.
Está situado también en el lado oeste de la plaza de la
pirámide de la Luna. A ambos lados de la puerta se muestran las
imágenes de dos felinos bastante grandes; llevan sus cabezas emplumadas:
con sus patas sostienen una caracola en actitud de soplar por ella como si se
tratase de un instrumento musical. En el lomo y en la cola tienen
incrustaciones de conchas del mar. En la orilla de la parte superior del mural
pueden verse unos símbolos pertenecientes al dios de la lluvia y en un glifo se ven como decoración unas
plumas que representan el año solar teotihuacano.
Se trata de la estructura más antigua de todas las que forman la
ciudad de Teotihuacan. Se accede por un túnel que está debajo del
Palacio de Quetzalpapálotl. Parece ser que perteneció a un templo
que fue muy decorado. Allí pueden verse unas imágenes
simbólicas de instrumentos de música con forma de caracola, que
tienen sus boquillas y unas elegantes plumas. En la parte inferior de la
estructura hay una plataforma decorada con profusión con un gran
número de aves que se han interpretado como pericos. De ellos salen unos chorros de agua en abundancia.
Los arqueólogos aseguran que es uno de los templos más hermosos
de la zona.
Se halla a una cierta distancia de las dos pirámides, en la Calzada
de los muertos. Fue un descubrimiento arqueológico
del año 1920. Estaba soterrado por una pirámide de paredes lisas,
sin ningún tipo de ornamentación.
La civilización tolteca cuando conoció el sitio de Teotihuacan lo
adoptó como suyo y como ciudad santa. Su costumbre fue la de enterrar
allí a sus grandes señores. Los toltecas construyeron entonces
este templo. Lo mandó levantar el rey Mitl, que vivió desde el
770 al 829. Cuando se descubrió debajo de la pirámide lisa
salió a la luz toda su decoración de mosaicos hechos con piedras,
las cabezas y símbolos divinos del dios Tláloc
(el dios de la lluvia y señor del trueno y numen local del valle de
México), y del dios Quetzalcóatl
(la estrella matutina, la serpiente emplumada, genio nacional). Este
dios lo adoptaron después los aztecas y creyeron verlo en la figura de Hernán Cortés). Tenía
pues una doble advocación.
También había en el templo un fetiche muy antiguo en forma de
rana, por eso en tiempos
anteriores a la conquista fue conocido como templo de la rana. Se sabe
de él gracias a la descripción que hace en sus crónicas un
personaje muy erudito de fines de 1600 llamado Ixtlilxochiltl, cultísimo
descendiente de los reyes de Texcoco. Dice así La rana del templo
construido por el rey Mitl en Teotihuacan, era de esmeralda, la cual los
españoles que vinieron a esta tierra la alcanzaron y dieron buena cuenta
de ella. Efectivamente, la rana era un animal asociado a los dioses del
agua; incluso algunos especialistas en el tema aseguran que el mismo Tláloc
representa a este animal. Los toltecas la consideraban diosa del agua. Las
ranas anunciaban las lluvias. En algunas fiestas ofrecían este animalito
a los dioses, después de asarlos. Los mazatecas se tragaban las ranas y
culebras vivas durante la celebración de una fiesta llamada atamalcualiztli.
En esta crónica Ixtlilxóchiltl añade también
que en una montaña al este de Texcoco,
llamada monte de Tláloc, había una gran estatua de este
dios, tallada en lava de color blanco. Se trata de la estatua que se
descubrió en el siglo XX y que actualmente se halla en la entrada del Museo Nacional de Antropología;
pesa 300 toneladas.
El templo es de un gusto y una cultura muy diferente a los primitivos
monumentos de Teotihuacan.
Teotihuacan es la ciudad de los dioses y también la ciudad de los
muertos, aquellos que pasan a ser teutl, es decir héroes
divinizados. Por estas razones, al enterrar aquí gente notable, se les
supone con categoría suficiente para convertirse en teutl; pero
para que así sea es necesario que hagan el tránsito llevando
consigo una máscara, ya que los dioses no muestran nunca su faz sino que
se la cubren con una careta. Por eso los grandes señores enterrados en
Teotihuacan fueron siempre provistos de máscaras y de esa manera
podían acceder a una existencia heroica en la ultratumba.
En todas las necrópolis precortesianas se han
encontrado sobre los cadáveres toda clase de máscaras de gran
tamaño, nunca más pequeñas que el tamaño natural de
una cara. Para los pueblos indios del suroeste de Estados Unidos hablar de
máscaras era hablar de dioses. En la cultura griega de la
Antigüedad también se utilizaban máscaras en el teatro
cuando la representación se quería convertir en un acto
religioso. En los pueblos orientales la máscara o careta ha tenido
siempre un poder mágico. Incluso en el teatro italiano del Renacimiento
los personajes protagonistas por excelencia, Pierrot y Arlequín llevan una máscara, como
representación más divina que humana, mientras que los otros
personajes (Colombina,
Polichinela)
no la llevan.
Pero las máscaras de Teotihuacan son de una belleza excepcional.
Nunca reproducen los rasgos especiales de cada individuo pero sí los
rasgos generales de cada pueblo. Sus líneas son correctas y demuestran
el retrato físico y espiritual de una estirpe. En Teotihuacan fueron
capaces de tallar estas máscaras en piedras durísimas y de gran
calidad, elegidas minuciosamente de acuerdo con el colorido natural y las
irisaciones. Las máscaras que fueron hechas de piedra menos dura y de
peor clase fueron después estucadas y pintadas. Otras estaban
recubiertas de mosaicos hechos con turquesas, coral y obsidiana.
El historiador de Arte José Pijoan describe en el tomo X de la
colección Summa Artis el hallazgo de todas estas máscaras en
Teotihuacan y asegura que son los objetos de arte más preciosos de todos
los encontrados a lo largo del país mexicano.
En 1941,
un grupo de antropólogos mexicanos designo a la ciudad de Tula, en el estado de
Hidalgo, como Tollan, la mítica capital de los Toltecas, pero algunos
arqueólogos, como Laurette Séjourné
criticaron la decisión, señalando que después de varias
etapas de excavación no se había revelado una ciudad suficiente
para justificar la leyenda de los toltecas, señalando que el origen de
Tollan y de la leyenda debería ubicarse en Teotihuacan, siendo el pueblo
de Tula uno de los refugios de los sobrevivientes de Teotihuacan y por ello se
ostentaban como Toltecas.
Ahora el historiador mexicano Enrique Florescano, del Instituto Mexicano de Historia
vuelve a retomar esta interpretación, basándose en la
mención de textos mayas anteriores a Tula, que se refieren a Teotihuacan
como Tollan.